José de Espronceda

Raro es el pueblo de Extremadura que no le dedique una calle este distinguido poeta del romanticismo español. La mejor manera de rendir homenaje tanto por su vida como por su obra.

 

José de Espronceda Delgado nació el 25 de marzo de 1808 en un lugar situado cerca de Almendralejo (Badajoz) llamado Pajares de la Vega, perteneciente a la región autónoma de Extremadura (España). Le fueron impuestos los nombres de José Ignacio Javier Oriol Encarnación. Su padre, Juan José Camilo de Espronceda y Pimentel, militar. Su madre, María del Carmen Delgado y Lara. Espronceda tuvo tres hermanos más, pero murieron al poco tiempo de nacer.

El mismo año de su nacimiento, España sufrió la invasión del ejército francés al mando del emperador Napoleón, y se desencadenó la llamada Guerra de la Independencia.

En los primeros años de vida, Espronceda vive el desplazamiento de su familia, por las vicisitudes de la campaña bélica. Veía de pequeño las miserias que trae una guerra.

Cuando tenía 12 años su familia se traslada a Madrid. Fue alumno del escritor romántico Alberto de Lista, que le inlfuyó en sus ideales liberales.

En 1823 es ejecutado en la horca el militar liberal Rafael de Riego y Núñez, por el régimen de la monarquía absolutista regida por Fernando VII, suceso que fue presenciado por el joven Espronceda.

A los quince años, Espronceda fundó con otros jóvenes una sociedad masónico-patriótica llamada «Los Numantinos» y él fue su presidente. Cuando el régimen absolutista descubrió su existencia y sus reuniones en el sótano de una céntrica calle madrileña encarceló a todos sus miembros.

Espronceda fue condenado a cinco años de reclusión en un convento-prisión de Guadalajara, pero a las pocas semanas y por mediación de su padre, que ejercía de coronel del ejercito, fue absuelto.

En aquel convento-prisión comenzó a escribir el poema épico «El Pelayo».

En 1826 emprende viaje a Lisboa desde Gibraltar, por aquel entonces ya era colonia inglesa, que por aquellos años reunía a gran cantidad de liberales españoles donde tenía su integridad asegurada de la política absolutista, allí Espronceda conoció a una joven de 16 años llamada Teresa Mancha, hija de un militar español refugiado en Lisboa por sus ideas liberales.

A finales de 1827 Espronceda sale para Inglaterra, país donde existía gran número de emigrados españoles.

Tambíen sale para dicho país el militar Mancha con toda su familia. De allí partiría para Holanda y al poco tiempo hacia París, donde posiblemente combatió en las barricadas de la revolución de julio de 1830, uno de cuyos triunfos fue destronar a la monarquía absolutista de los Borbones.

De aquello saldría el primer monarca liberal-burgués, Luis Felipe de Orleans. De allí, el poeta intenta pasar a España con una columna de liberales al mando del guerrillero «Chapalangarra», pero fracasaron y Espronceda vuelve a Paris.

De allí, en 1831 se trasladó a Londres, donde la familia Mancha llevaban una vida de miseria.

Cuando Espronceda regresa a Londres, la situación había conducido a Teresa a casarse con Gregorio del Bayo, un rico comerciante vizcaíno-español establecido en Londres, quien le daba todo a su esposa, menos amor, puesto que le llevaba muchos años de edad.

Al reencontrarse con su amado,  Teresa recordaba su amor nacido en Lisboa, pensando ambos la idea de la fuga.

Teresa tenía que ir a París con su marido y allí la esperó Espronceda.

En la noche del 15 de octubre de 1831 ella abandonó el hotel donde se hospedaba y se fugó con su amante.

En 1833, acogiéndose a la amnistía general a favor de todos los liberales emigrados, los amantes José y Teresa, vuelven a España, a vivir en Madrid, dejando este breve periodo en el ánimo del poeta, imborrables recuerdos.

Pero quien fue capaz de abandonar a su esposo y a un hijo que había tenido en su matrimonio, lo repitió de nuevo olvidando aquel amor para sustituirlo por caprichos. El genio altanero de Espronceda tampoco contribuyó a la paz del hogar, y así vino a suceder que Teresa se fugara por segunda vez a Valladolid con un tal don Alfonso, abandonando a Espronceda y a Blanca, la hija de ambos.

El poeta logra reunirse con ella en dicha ciudad, durando la reconciliación poco tiempo, pues Espronceda es nuevamente perseguido por sus ideas liberales y tiene que refugiarse en casa de un amigo.

Teresa, siguió llevando una vida inquieta, hasta que en 1839 murió de tuberculosis, siendo enterrada en Madrid.

Después, Espronceda ingresa en el cuerpo de Guardias, pero debido a la publicación de una poesía liberal-patriótica, es expulsado a Cuéllar, pueblo castellano, donde escribe su única novela: «Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar» Vuelve a Madrid y llega a ser diputado y fundador de varios periódicos de tendencia liberal o democrática.

En 1840 publica dos libros de poesías: «Poesías» y «Diablo Mundo». Al año siguiente, es destinado a la embajada española en Holanda.

Al poco tiempo regresa a España, para ocupar el cargo de diputado por la provincia de Almería, y en el año 1842, un miércoles 25 de mayo, muere Espronceda a la edad de 34 años, como consecuencia de una difteria a la laringe.

Reproduzco su poema más famoso. LA CANCIÓN DEL PIRATA.

Con diez cañones por banda,

viento en popa, a toda vela,

no corta el mar, sino vuela

un velero bergantín.

Bajel pirata que llaman,

por su bravura, el Temido,

en todo mar conocido

del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,

en la lona gime el viento,

y alza en blando movimiento

olas de plata y azul;

y va el capitán pirata,

cantando alegre en la popa,

Asia a un lado, al otro Europa,

y allá a su frente Stambul:
«Navega, velero mío, sin temor,

que ni enemigo navío ni tormenta,

ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza,

ni a sujetar tu valor.

Veinte presas hemos hecho

a despecho del inglés,

y han rendido sus pendones

cien naciones a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra ciegos

reyes por un palmo más de tierra;

que yo aquí tengo por mío cuanto

abarca el mar bravío,

a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa, sea cualquiera,

ni bandera de esplendor,

que no sienta mi derecho

y dé pecho a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.

A la voz de «¡barco viene!»

es de ver cómo vira

y se previene a todo trapo a escapar;

que yo soy el rey del mar,

y mi furia es de temer.
En las presas yo divido

lo cogido por igual;

sólo quiero por riqueza

la belleza sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!

Yo me río; no me abandone la suerte,

y al mismo que me condena,

colgaré de alguna entena,

quizá en su propio navío.

Y si caigo, ¿qué es la vida?

Por perdida ya la di,

cuando el yugo del esclavo,

como un bravo, sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.
Son mi música mejor aquilones,

el estrépito y temblor de los cables sacudidos,

del negro mar los bramidos

y el rugir de mis cañones.

Y del trueno al son violento,

y del viento al rebramar,

yo me duermo sosegado,

arrullado por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,

que es mi dios la libertad,

mi ley, la fuerza y el viento,

mi única patria, la mar.»

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